Ve al templo, entra, híncate, canta el gloria, canta bien y procura ganarte una pluma, reza, reza un rosario y piérdete de la oportunidad de hacer alabanza.
Sube al techo, aguanta el calor mientras golpean la piñata, baja, carga a un niño y llévalo al consultorio a curarle su mano, no, no lo puedes cargar todo el camino, no tienes la fuerza suficiente.
Come, deja de comer, hay otro herido, esta borracho, se cae de la silla, suelo, levántalo y talla fuerte, al cabo no siente, el alcohol lo ha anestesiado.
Escucha la vivencia de cada quien, oyes sus cartas y su llanto, aguántate el tuyo.
Reparte despensas, reparte limones, consulta, corre con una pelota seguido por una horda de niños, reparte ropa, dulces y más ropa.
Cena, gánate un premio no por trabajo, no por espiritual ni por gracioso, gánalo por tu vejez y experiencia.
Limpia, limpia todo, quema lo que no sirva, empaca, fuma alrededor de la fogata, trata de cantar,
entra al cuarto, haz tu maleta y despidete de este lugar escribiendo esto.
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En definitiva amo este lugar, no me quiero ir, no quiero abandonar esta sensación de que no tengo que hacer nada más que disfrutar el momento, no importa el trabajo, no importa que de repente sienta que no me hacen caso, no importa tener que ir a una letrina bañada de cal, no importa cargar y caminar mucho, no importa el sol, nada de eso importa. Solo importa la calma, la risa, los niños, las consultas, los cantos, las vueltas, las caras felices y la cocina llena de gente escribiendo al buzón.
Voy a extrañar esto, voy de nuevo al tedio de la escuela, de los días planos, a pensar en otras cosas y a batallar con pequeñeces.
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