Quedan dos países en la lista de selección: Japón vs Ecuador. En una decisión de 5 segundos digo Japón. Luego pienso que pasaré un mes allá, durante todo el verano en una cultura de la cual no conozco nada. En los días siguientes mi cabeza se pone a imaginar cosas como que estoy

- perdido en una ciudad enorme llena de luces, donde mujeres de pelo ultralacio en minifaldas cuadradas ignoran mi cara, esa que pongo cuando estoy perdido, cuando solo pienso en prender un cigarro para que me haga compañia en lo que organizo mi cabeza para volver sobre mis pasos- viajando en un tren bala limpio, saturado de gente, lleno de posters donde se anuncia un aparato electrónico rodeado de símbolos extraños con signos de admiración, rumbo a un hospital que, como todos los hospitales, va a oler a esa mezcla de pacientes enfermos con alcohol de 96 - durmiendo en el piso sobre una pequeña colcha de fibra de arroz sin almohadas, en un cuarto pequeño viendo al techo imaginando mi aventura del día siguiente - comiendo cosas desconocidas, crudas, vivas, envueltas en arroz que giran en una banda sin fin esperando a ser señaladas - conociendo una cultura fascinante envuelta en color y mercadotecnia.

Estoy consciente de que todo lo que imagino no son más que estereotipos. Que llegando allá todo será completamente diferente a lo que te pinta el wikitravel, que Hello Kitty no anda paseando por la calle como si ella fuera la dueña de todo, que los pokémones no existen, que no hay ninguna alarma anti-godzilla que alerte al pueblo de la repentina escapada a tierra del gigante.

Veo en esto la oportunidad de aventura, lo veo como una de tantas maneras de darle una mordida a ese mundo que me quiero comer, lo veo como un reto a mi autosuficiencia y capacidad.